Durante los últimos meses estuve transitando por algunos desequilibrios en mi salud, que no progresaron a ser graves, pero igualmente necesitaban de mi atención. Al principio me enfoqué en lo físico, en tratar los síntomas, pero al indagar en el problema, me di cuenta que también había descuidado mi salud mental; entonces decidí retomar dos prácticas que considero muy terapéuticas: meditar y escribir todos los días.
Siento que, poco a poco, mi cuerpo y mi mente van reconectando con el balance. Me parece fascinante, y no una coincidencia, que este progreso venga de la mano con mi decisión de comprometerme a realmente sentir mis emociones, procesarlas y expresarlas, dejando a un lado el miedo y la vergüenza por lo que otras personas puedan pensar o hablar de mí.
Experiencias como esta me recuerdan que el cuerpo y la mente no son dos entidades separadas, trabajan juntas y se merecen la misma cantidad de cuidado y amor. Me llama mucho la atención que cuando vamos al doctor porque alguna parte de nuestro cuerpo nos duele, le describimos dónde se localiza el dolor, desde cuándo está presente, cómo se siente o con qué sensación lo comparamos, a qué circunstancias lo asociamos, si está en un punto específico o se irradia a otras partes del cuerpo; en fin, damos detalles sobre lo físico, lo tangible, lo que está por fuera. Pero, ¿qué pasa cuando ese dolor físico tiene un trasfondo emocional? ¿por qué a veces nos cuesta reconocer el dolor emocional y buscar ayuda profesional? ¿por qué el dolor emocional tiene que transformarse en un síntoma o signo físico para que nos demos cuenta de que existe?
La verdadera sanación siempre involucra un reconocimiento profundo de nuestro dolor, tanto en su dimensión física como en la emocional. Para sanar es necesario indagar en cómo llegamos a sentir ese vacío existencial o por qué nos enfermamos. Lo puedo comparar con armar un rompecabezas de esos que tienen más de mil piezas. Cada pieza tiene su razón de ser, su forma, y encaja en un lugar específico. Cuando unimos todas las piezas, sin ignorar ninguna porque entonces el rompecabezas estaría incompleto, es ahí donde podemos observar y entender la imagen en su totalidad ( see the bigger picture).
Ahondar en las emociones que no nos gustan es lo más doloroso que podemos hacer, porque esto implica recorrer los rincones oscuros que hemos abandonado (consciente o inconscientemente) por mucho tiempo y hasta revivir memorias traumáticas, pero recolectar las piezas fragmentadas del rompecabezas de nuestra vida y restaurarlas, significa reconciliarnos con nosotros mismos. Personalmente, la meditación es mi vehículo para transitar mis oscuridades y la escritura es mi guía para conocer a fondo estos rincones. Estas poderosas herramientas me han ayudado muchísimo a darle espacio y un nuevo significado a mis emociones. Siento que anclarme en estas prácticas me da paz y claridad mental.
Reconozco que no es fácil transitar este camino de introspección, más aún para quienes están en el marco de una enfermedad mental. Tampoco es sencillo hablarlo en voz alta, pero te aseguro que estas dos prácticas pueden ser parte de tu proceso de sanación.
Aquí te dejo unos tips para que empieces a emplear la escritura como un medio de autoconocimiento, crecimiento personal y sanación. La meditación es otro tema que está muy relacionado, pero que merece su propio espacio y ya conversaremos sobre eso más adelante.
En fin, para empezar a escribir necesitas papel, pluma/lápiz, un espacio cómodo y silencioso para hacerlo, y 5 minutos de tu día. Escribe lo primero que se te venga a la mente, lo que sientes, lo que piensas, lo que aún no te atreves a decir en voz alta, tus miedos, tus sueños, lo que quieras. Recuerda que la escritura es tu espacio seguro, donde puedes dejar de lado la vergüenza y desnudar tu alma para darle rienda suelta a tus emociones y sentimientos, aunque quizás esto te genere mucho miedo. Escribir desde la vulnerabilidad y la honestidad es un acto de amor propio. Además, tratar de engañarte no tiene sentido porque tu cerebro y tu corazón siempre saben cuál es tu verdad.
Ten en cuenta que gestionar tus emociones a través de la escritura no es un proceso lineal, inmediato o perfecto, y tampoco debe compararse con el de otra persona. La escritura es un espejo que refleja lo que sucede en tu interior y muchas veces encontrarás las respuestas que estabas buscando en esas palabras que salieron de tu puño y letra. En otras ocasiones, es muy probable que ese reflejo no te guste, pero te invito a que lo observes como una oportunidad para "limpiarlo", trabajar en lo que te incomoda y pedir ayuda si la necesitas.
No estás sola/o en esto, aquí estoy para ti.
Bonus
Algunas preguntas que sirven como guía para escribir. Son del libro Hacia Adentro, de Yung Pueblo. ¿Estoy siendo honesto conmigo misma/o? ¿Me estoy dando el espacio necesario para sanar? ¿Estoy siendo paciente y compasivo conmigo misma/o cuando no alcanzo mis objetivos tan rápido como me había propuesto? ¿Estoy haciendo lo que necesito para progresar?
¡Anímate a escribir para ti! Escríbeme si tienes preguntas y si ya empezaste tu proceso de escritura puedes contarme cómo te va.
Gracias por leerme.
Con cariño,
Priscila
Ilustración de Dror Cohen
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